Dar para recibir
Esta tarde vuelvo a casa en tren. Son ya las 20.00 y estoy cansado. Por suerte, en la estación que subo hay poca gente y puedo sentarme. Aprovecho los 40 minutos sumergiéndome en un libro.
De vez en cuando levanto la mirada para observar a las personas que me acompañan. Todos parecen cansados, muchos van con auriculares, algunos simplemente tienen la mirada perdida. Me transmiten sensación de resignación y agotamiento.
Veo a un señor mayor que acaba de subir. Le ofrezco mi asiento y él lo agradece y me sonríe.
[Tweet «Podemos cambiar el mundo con pequeñas acciones»]
En el vagón varios chicos jóvenes, y otros no tan jóvenes, van sentados, ni siquiera se han percatado de su presencia y su necesidad, ajenos a la realidad que les envuelve.
Todavía queda una buena parte del camino a casa y me quedo observando, de pie, al hombre que he cedido el asiento. Me transmite tristeza, baja energía, desencanto, ¡pero me ha regalado una sonrisa al sentarse!
Al mirarlo, se me abre el corazón, y se despierta una oleada de ternura que llena mi alma. Me siento satisfecho conmigo, por la conciencia que ahora mismo siento, por el acto de cederle el espacio, por la mirada compasiva que este hombre ha despertado en mí.
Pienso en lo sanador que resulta entregar a los demás, como podemos cambiar nuestro pequeño mundo con pequeñas acciones y, como arte de magia, percibo como mi energía sube, una gran alegría interior me inunda.
Hoy llegaré a casa mejor que cualquier otro día. Hoy he puesto mi granito de arena para que este mundo sea un poquito mejor, o más justo, o más alegre, o más equilibrado… Está en nuestras manos transformar nuestro entorno y, con nuestras acciones, a nosotros mismos.
Dar para recibir. Yo no esperaba nada y, sin embargo, me llevé algo impagable. Tranquilidad interior y alegría en el corazón. Ahora la repartiré en casa con mi familia, hoy será un día especial. ¿A qué estás esperando para empezar tú?
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