Mindfulness 1 (el despertar)

Green leaf banana
Pasan unos minutos de las cinco de la tarde, voy caminando por las calles de Mataró, hace frío, poca gente y pocos coches. Súbitamente escucho sollozar a un niño y busco su origen. Por la otra acera dos mujeres (madre y abuela) con dos niños de unos 2 y 4 años se acercan andando. El mayor es el que solloza y anda cabizbajo. Si te fijas, se percibe claramente el estado anímico de la madre, una chica de unos 36 años, ella va delante, el niño la sigue.
Sin más, se gira y explota. “No te soporto más”, “eres inaguantable”, “no sé qué hacer contigo”, “puedes con mi paciencia”, … Un grito detrás de otro, dichos desde el poder de ser su madre, desde un cuerpo físico 4-5 veces mayor, desde una postura que amenaza y atemoriza, irradiando toda su rabia, impotencia y desazón. El niño se encoge y aumenta el volumen de su sollozo.
¿Qué está transmitiendo ella? ¿Está ocupando su lugar? ¿Cambiara la situación con las acciones que despliega? ¿Qué consecuencias tendrá en el futuro esta situación? ¿Qué heridas producirá?
¿Puedes ponerte por un momento en el lugar del niño? La necesidad de gritos ya muestra la debilidad de la madre en esta situación, la posición amenazante lo refuerza, necesita usar el miedo para sentirse superior a su hijo de 4-5 años. Las palabras tienen poder, y con ellas la madre está diciendo que el niño le puede, está entregando su poder de madre al hijo, y con ello pierde su posición y su autoridad. Si alguien tiene que hacer algo distinto, sin duda es la madre, él, es el pequeño.
La escena me recuerda algunas relaciones de managers con empleados. ¿Cuántas veces no somos suficientemente conscientes de nuestras palabras, tonos o posturas en el entorno laboral? ¿Cómo hacemos para saber mantenernos en el lugar que nos corresponde en la relación? Todo empieza con la conciencia de uno mismo, para liderar a otros tenemos que empezar liderándonos a nosotros mismos.
Tags: Aprendizaje, Cambio, Conciencia, Liderazgo humano
Buenos días Jaume,
Buena reflexión,
De todas formas dicen que quien grita, por el mero hecho de hacerlo, ya pierde la razón.
Un saludo.
Marc Lapuente.